domingo, 23 de junio de 2013

El páramo de la alegría



Es viernes 21 de diciembre,  solsticio de invierno,  época de renacer de la esperanza y de la luz en el mundo, el triunfo del sol sobre las tinieblas,  un momento de cambio. Me levanto y lo primero que hago es asegurarme que estoy vivo y dar gracias a Dios por el nuevo día y el bello amanecer que presencian mis ojos; pienso en que el temor de que la disminución de la luz  solar sea permanente, dejo trascender  mi inquietud a la actividad en el páramo, y me digo: que la luz humana que se irradia en ese hermoso compartir con  la infancia y sus padres y madres, sea perenne. Sólo espero que se recupere lo que se perdió: nuestra vinculación con el Universo  y su  estrecho sentido de pertenencia;  y continúo mi camino en busca de mi amiga Reina con quien por segundo año - gracias a su gentil invitación - puedo compartir la actividad. Nos acompaña nuestra colega y amiga Nelly Contreras quien dueña de un espíritu ganado para la fraternidad, la convivencia y el compartir, aceptó la invitación. El recorrido hasta el lugar de la cita con el futuro que se forma en el presente, fue agradable, fotos para el recuerdo, conversaciones para la memoria, palabras para el espíritu llenaron el ambiente que nos rodeaba dentro del vehículo.  Hoy asistiré por segunda ocasión a acompañar a los hermanos de la Gran confraternidad Universal y sus colaboradores, bienhechores,  a la entrega  de regalos que año tras año desde hace muchas lunas realizan en la población del páramo de Gavidia. Vivir la experiencia es maravilloso, sobre todo porque ya conozco más el evento y a quienes realizan esta hermosa actividad comunitaria. Compartir con seres especiales como la Sra. Dominga Rangel, el espíritu de la navidad, quien preocupada porque todos los niños reciban el presente de santa Claus, recorre las aldeas en busaca de los niños para que acudan a la cita con la alegría y la felicidad, es algo que no se olvida. Al llegar al valle pedimos permiso al los guardianes del páramo que se erigen majestuosos cerca del puente para ingresar a su valle encantado, sitio de encuentro, diversión y mucha alegría. El clima se había calmado y nos esperaba con ansiedad  y despejó el cielo para que todos pudiéramos contemplar la hermosa cordillera que nos cobijaba desde lo alto. Los invitados provenientes de los cuatro puntos cardinales del páramo de Gavidia van llegando en compañía de sus padres, madres o representantes y de inmediato se incorporan a la actividad compartiendo con otros niños del lugar. Cada quien desempeña su rol de acuerdo a su responsabilidad durante la jornada. Entregar la ropa, preparar los cotillones para los niños, ambientar le salón; en pocas  palabras: servir al prójimo como muestra de nuestro amor hacia la humanidad representada en quienes son los y las protagonistas del encuentro: los niños y niñas. Su hermosa presencia es recibida por los presentes y Luis David se encargaba junto a Yara Oasis de buscar su nombre en la  lista de niños y niñas para que no faltara ninguno; al final si alguno llegaba así no estuviera en la lista, recibía su presente. Martha y Reina entregaban  la ropa; Nora, Isabel  y otros, el combo de merienda que se les reparte a cada niño y niña. Todos lo recibieron. Esta vez la diversión del evento contó con la participación del “Dr. Sonrisa” que con su grupo de animadoras divirtió a niños y grandes con juegos y canciones; como siempre los regalos fueron muchos; así como Jesús multiplicó los panes y los peces, aquí el Niño Jesús se encarga de  multiplicar los regalos para sus semejantes. Nadie se va con las manos vacías. Es la autentica multiplicación del amor en lo más alto de la hermosa ciudad de los caballeros. Algo similar ocurrió con el alimento que se comparte en la cabaña, se multiplicó y todos cominos y quedaba todavía, eso es la energía celestial que se muestra en quienes hacen posible el Reino de Dios en la tierra. Santa Claus llegó como siempre a animar la actividad, bajó desde lo alto de la cordillera mostrando su sonrisa, simpatía y sobre todo alegría de poder compartir su amor con todos los presentes. El documental producido y dirigido por Luis Miguel  nos recordó lo hecho el año pasado; nada que envidiar a profesionales en la  materia, y nos regaló unos versos de  nuestro poeta cumanés Andrés Eloy Blanco, así como a quienes hacen posible que la magia del regalo envuelva con su manto al corazón de los niños y niñas de Gaviria, convirtiéndolo en el páramo de la alegría. Cada niño, niña desde el más pequeño hasta el más grande recibió su presente.  Luego dejar limpio el lugar demuestra un trabajo en equipo que refleja el deseo con que se hacen las cosas. Hubo espacio hasta para una breve meditación acompañada del canto del viento, la música del río y el frescor  de la naturaleza en todo su esplendor, rodeando nuestra presencia con el frío que no puede faltar a la cita con el espíritu. Acto de ofrenda que se repitió en la cabaña horas después para despedir la noche y recibir la bendición del día que se viste de frío, pero, sobre todo, de felicidad, satisfacción,  para acompañar el regreso de sus amigos y amigas a la ciudad, con la esperanza de verlos regresar a traer nuevas esperanzas a los habitantes del mágico  lugar. Así Gavidia comenzó a recuperar su espacio y lentamente se aproximó al valle encantado que nos despidió con los brazos abiertos, dejando en nuestro corazón la semilla eterna de la invitación que no se hace, que no se dice, que no se reclama sino que  se vive con las buenas acciones del día a día a favor del pueblo de Dios,  que en definitiva es el  que nos lleva hasta allí, al encuentro con nuestro propio ser que se deja encantar con la sonrisa y la presencia de los seres más especiales de la creación:¡los niños y niñas!