Es
viernes 21 de diciembre, solsticio de
invierno, época de renacer de la
esperanza y de la luz en el mundo, el triunfo del sol sobre las tinieblas, un momento de cambio. Me levanto y lo primero que hago es
asegurarme que estoy vivo y dar gracias a Dios por el nuevo día y el bello
amanecer que presencian mis ojos; pienso en que el temor de que la disminución
de la luz solar sea permanente, dejo
trascender mi inquietud a la actividad en
el páramo, y me digo: que la luz humana que se irradia en ese hermoso compartir
con la infancia y sus padres y madres, sea
perenne. Sólo espero que se recupere lo que se
perdió: nuestra vinculación con el Universo
y su estrecho sentido de
pertenencia; y continúo mi camino
en busca de mi amiga Reina con quien por segundo año - gracias a su gentil
invitación - puedo compartir la actividad. Nos
acompaña nuestra colega y amiga Nelly Contreras quien dueña de un espíritu
ganado para la fraternidad, la convivencia y el compartir, aceptó la invitación.
El recorrido hasta el lugar de la cita con el futuro que se forma en el
presente, fue agradable, fotos para el recuerdo, conversaciones para la
memoria, palabras para el espíritu llenaron el ambiente que nos rodeaba dentro
del vehículo. Hoy asistiré por segunda
ocasión a acompañar a los hermanos de la Gran confraternidad Universal y sus
colaboradores, bienhechores, a la entrega
de regalos que año tras año desde hace
muchas lunas realizan en la población del páramo de Gavidia. Vivir la
experiencia es maravilloso, sobre todo porque ya conozco más el evento y a
quienes realizan esta hermosa actividad comunitaria. Compartir con seres especiales
como la Sra. Dominga Rangel, el espíritu de la navidad, quien preocupada porque
todos los niños reciban el presente de santa Claus, recorre las aldeas en
busaca de los niños para que acudan a la cita con la alegría y la felicidad, es
algo que no se olvida. Al llegar al valle pedimos permiso al los guardianes del
páramo que se erigen majestuosos cerca del puente para ingresar a su valle
encantado, sitio de encuentro, diversión y mucha alegría. El clima se había
calmado y nos esperaba con ansiedad y
despejó el cielo para que todos pudiéramos contemplar la hermosa cordillera que
nos cobijaba desde lo alto. Los invitados provenientes de los cuatro puntos
cardinales del páramo de Gavidia van llegando en compañía de sus padres, madres
o representantes y de inmediato se incorporan a la actividad compartiendo con
otros niños del lugar. Cada quien desempeña su rol de acuerdo a su responsabilidad
durante la jornada. Entregar la ropa, preparar los cotillones para los niños,
ambientar le salón; en pocas palabras: servir
al prójimo como muestra de nuestro amor hacia la humanidad representada en
quienes son los y las protagonistas del encuentro: los niños y niñas. Su
hermosa presencia es recibida por los presentes y Luis David se encargaba junto
a Yara Oasis de buscar su nombre en la lista de niños y niñas para que no faltara
ninguno; al final si alguno llegaba así no estuviera en la lista, recibía su
presente. Martha y Reina entregaban la
ropa; Nora, Isabel y otros, el combo de
merienda que se les reparte a cada niño y niña. Todos lo recibieron. Esta vez
la diversión del evento contó con la participación del “Dr. Sonrisa” que con su
grupo de animadoras divirtió a niños y grandes con juegos y canciones; como
siempre los regalos fueron muchos; así como Jesús multiplicó los panes y los
peces, aquí el Niño Jesús se encarga de multiplicar
los regalos para sus semejantes. Nadie se va con las manos vacías. Es la
autentica multiplicación del amor en lo más alto de la hermosa ciudad de los
caballeros. Algo similar ocurrió con el alimento que se comparte en la cabaña,
se multiplicó y todos cominos y quedaba todavía, eso es la energía celestial
que se muestra en quienes hacen posible el Reino de Dios en la tierra. Santa
Claus llegó como siempre a animar la actividad, bajó desde lo alto de la
cordillera mostrando su sonrisa, simpatía y sobre todo alegría de poder
compartir su amor con todos los presentes. El documental producido y dirigido
por Luis Miguel nos recordó lo hecho el
año pasado; nada que envidiar a profesionales en la materia, y nos regaló unos versos de nuestro poeta cumanés Andrés Eloy Blanco, así
como a quienes hacen posible que la magia del regalo envuelva con su manto al
corazón de los niños y niñas de Gaviria, convirtiéndolo en el páramo de la
alegría. Cada niño, niña desde el más pequeño hasta el más grande recibió su
presente. Luego dejar limpio el lugar demuestra
un trabajo en equipo que refleja el deseo con que se hacen las cosas. Hubo
espacio hasta para una breve meditación acompañada del canto del viento, la
música del río y el frescor de la
naturaleza en todo su esplendor, rodeando nuestra presencia con el frío que no
puede faltar a la cita con el espíritu. Acto de
ofrenda que se repitió en la cabaña horas después para despedir la noche y
recibir la bendición del día que se viste de frío, pero, sobre todo, de
felicidad, satisfacción, para acompañar
el regreso de sus amigos y amigas a la ciudad, con la esperanza de verlos regresar
a traer nuevas esperanzas a los habitantes del mágico lugar. Así Gavidia comenzó a recuperar su espacio
y lentamente se aproximó al valle encantado que nos despidió con los brazos
abiertos, dejando en nuestro corazón la semilla eterna de la invitación que no
se hace, que no se dice, que no se reclama sino que se vive con las buenas acciones del día a día
a favor del pueblo de Dios, que en
definitiva es el que nos lleva hasta
allí, al encuentro con nuestro propio ser que se deja encantar con la sonrisa y
la presencia de los seres más especiales de la creación:¡los niños y niñas!
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