ODA A UN 27, 28…A UN HOMBRE, A
UNA MUJER
Llegaba el amanecer, los días parecían
despiertos y felices, hombres y mujeres corrían por las calles, aceleraban su
paso para cumplirle a la vida, a la familia, al país; pese a que la madrugada se
negaba a dejar entrar aquel momento tan particular en la vida del venezolano; sin
detenerse en el punto donde el principio y el fin, el alfa y el omega por la
vida misma en su diario ir y venir se encuentran para siempre en la misma
calle, el mismo barrio, el mismo lugar. Luego el sol ya no sonreía, y aquel
invento divino que parecía celebrar la llegada de una nueva esperanza, un nuevo
panorama político que deslumbraba desde el alba, desde el trono, se fue
apagando lentamente hasta desaparecer por varios días, por muchas horas, y
todavía sus lágrimas corren por las mejillas de madres, de padres, de hermanos,
de hijos, de amigos de quienes, sin haberse marchado, salieron para no volver. La
vida fue envuelta por una espesa nube que
pasó despacio, terriblemente despacio, y comenzó a llenar los rincones, la
gente observaba con tristeza, luego decidió actuar, algo había cambiado: el
color del día se tornó rojizo, y comenzó a llover balas sobre todos y todas las
personas, y el llanto se apoderó de la ciudad, del país, de la vida, de la
tierra bolivariana que desde entonces reclama sus muertos, sus mártires; esos
que se alejaron sin querer, para no dejar sus nombres en lápidas, para quedar
por siempre en el corazón de la patria; para no olvidarlos. Los medios de
comunicación amarillistas lo llamaron “Caracazo”, “El Día que Bajaron los
Cerros”, “El Mirandazo”... Con el nombre, pero, sobre todo con los títulos, quisieron
justificar los hechos; sobre todo la injusticia cometida contra un pueblo sólo
reclamaba cuanto le pertenecí: trato justo, reconocimiento, respeto, dignidad. Aún
recuerdo el dolor que a lo lejos sentí, los disparos fueron el eco que segó la
vida, cuando desde Miraflores se dio la asesina orden de disparar contra el
pueblo, el toque de queda que nos disparó a mansalva cuando éramos jóvenes, el
militar, el político, el responsable que aún celebra la tragedia porque el
silencio sigue deambulando por la historia tocando la puerta de la justicia que
la revolución abrió de manos de su gran comandante para que desde lo más hondo
de la fosa, que ya no es común, porque todavía no sabemos donde están las que
no conocemos, se escuchen los gritos de los vivos que reclaman la voz de sus
caídos, y por siempre se acalle el pesar que aún palpita en el alma de quienes
25 años después recordamos el 27, 28 de febrero y en marzo 1, 2, 3, 4,5,6,7,8…
que vuelve cada año a decirnos en alta voz: no son 300 ni 3000 sino más, más; pero
dónde están, dónde están, dónde están…No te canses justicia, no te canses
gobierno bolivariano porque la sangre derramada sea purgada con la ley, sin
venganza, con ley, con la ley. Sólo así podríamos respondernos de qué se trata la
vida hoy cuando la ultraderecha sigue matando a nuestro pueblo revolucionario que
sólo quiere seguir vivir viviendo y construyendo la idea socialista por la que
dieron su vida para hacer despertar a un gigante que se convirtió en semilla, canto,
poesía; pero, sobre todo, esperanza: Hugo Chávez
¡Vivan los caídos! ¡Vivan los mártires! ¡Viva
el 27F!
No hay comentarios:
Publicar un comentario