Fidel y el
otro imperio
Cuando
salió del oscuro túnel, ante su asombro, pues parecía salir de una pesadilla fue
recibido por una multitud que lo saludó con entusiasmo, y gritó vítores en su
nombre. Entiendo cómo te sientes, - le
dijo alguien en voz baja - cuando el
espíritu se asomaba con la mirada curiosa detallando cada aspecto, estudiando
cada detalle del lugar. Viejos conocidos
se aceraban para saludarle, entre ellos sus padres, quienes le dieron la bendición y sorprendentemente estaban más
jóvenes que el propio recién llegado, pese a que su espíritu se había quedado
en la edad de los 35 años, cuando inició la gran transformación de su vida. Sin
embargo, el primero en divisarlo fue el Che quien conservaba su eterna
juventud. Chávez estaba a su lado; el grupo lo completaban Camilo, Marx y
Engels. La gente siguió gritando: ¡Viva! ¡Viva! No pensé que todo fuera tan
real – pensó -. Creo que el realismo mágico quedó en la tierra - gritó García
Márquez - quien lo esperó en la cima del
camino con un ejemplar de cien años de eternidad recién culminada luego de esos
años que parecían no transcurrir, pues decía que ni tiempo ni espacio parecían
existir en aquel lugar. Sin duda eres Gabriel, - expresó cuando divisó la
figura del personaje que lo escoltaba -, pero no creo que sea el cielo mi
destino, pues la verdad siempre dije que no creía en ustedes. Al contrario -
respondió el Arcángel -, el infierno es para quienes hacen mejor las cosas,
aquí en el cielo están quienes no hacen
nada por miedo, temor o por qué se yo; con algunas excepciones, claro, y señalo
al cura Torres -. El infierno es el
mejor lugar. Ya lo sabía - dijo el líder
-, y dejó escapar una carcajada que retumbó en todo el imperio. Durante la
mañana hubo mucho movimiento. Jesús se preguntó cuál sería la razón; esto sólo
ocurría cuando llegaba alguien de mucha importancia, y el imperio tomaba todas
las medidas pertinentes. Desde la llegada de Bolívar, Chávez, no ocurría tal
cosa. Todo era calma y tranquilidad. En
la quinta paila estaban reunidos, desde siempre, Heráclito, Platón, Sócrates, Aristóteles y Pitágoras,
además de Marx y Engels, Kant, Kafka, entre otros, quienes venían discutiendo
acerca de la llegada del personaje desde 1958, y cuál sería su destino final. Chávez
había causado sensación, pero su vida fue breve, y el imperio terrenal dominante
se había encargado de enviarlo con anticipación para que no siguiera
resquebrajando el sistema. Esto había molestado a los dioses, quienes se
preguntaban una y otra vez por el desenlace de tan particular situación. El Arcángel
mostraba signos de cansancio; tenía dos noches que su espíritu no descansaba
por el ajetreo que significaba la presencia de un ser tan trascendente. Había
estado impartiendo órdenes y su jefe no paraba de llamarlo a consejo porque la decisión
se tomaba una y otra vez; pero al final se posponía su veredicto por razones de
tiempo, de espacio; pero sobre todo de no querer tener todavía a alguien como
ese cubano socialista. La reunión de los fundadores del conocimiento duró horas
y horas. Jesús, finalmente, decidió tomar el mismo el control de la situación, sin duda no quería
que su vasto imperio tambaleara con semejante alboroto. Platón sostenía que por
sus ideas debía pertenecer al infierno, Aristóteles,
al contrario, pensaba que por sus hechos el cielo era su destino. Los demás, como Sócrates, pensaban en su lucha
antiimperialista y concluían que ni siquiera allí estaría seguro porque ese
imperio celestial también sería objeto de su ataque revolucionario. La situación
se tornaba cada vez más fuerte. Quién es ese, preguntó Jesús, sorprendido
porque generalmente era llanto lo primero que se escuchaba del nuevo nacimiento.
Fidel, - le respondió, María Magdalena -, sí, es Fidel, llegó hace unos minutos proveniente
de la Habana. Jesús permaneció en silencio. Ese sí que es un vergatario, le dijo Chávez a Marx
hasta aquí se deja sentir su augusta presencia. Jesús volteó hacia María como
en la última cena para preguntarle qué hacer con él. Déjalo que elija; sin duda,
irá al infierno, él lo sabe, - contestó la bella mujer -. Pero no puede ser, si
eso precisamente es lo que no quiero, allá
hay suficientes problemas con esos espíritus rebeldes que llegan en cantidades.
Y para colmo esa nación llamada Venezuela ahora me manda un embajador, como si
no tuviera suficiente con Bolívar, Chávez, Gallegos, Otero Silva, los líderes
populares, y pare de contar. Preocupado, Jesús, decidió consultar a los dioses
para no equivocarse sobre la solución. El pleno estaba reunido discutiendo acerca del destino
final del recién llegado. Las razones de uno y otro resultaba difícil de
contradecir. Fidel quiso continuar su plática con los amigos, pero de pronto
todo cambió como de escenario y al voltear su mirada en busca de Camilo, se
encontró ante la presencia de lo más granado del saber terrenal quienes habían
conquistado el sitial de honor. Finalmente, intervino, discúlpenme ustedes,
pero yo vengo de la Habana he leído sus textos y creo que olvidan un detalle:
no soy comunista. Ante esta intervención, las deidades sonrieron. Aquí lo
sabemos todo, Fidel, respondió, Sócrates. El líder se quedó pasmado, hizo una
pausa, se tomó la barba, y luego enfiló su espada hecha palabra hacia todos
observando uno a uno sus rostros. Quiero ir al infierno, creo que ese es mi
lugar; no deseo la paz ni la tranquilidad del cielo de quienes, supuestamente, vienen aquí a descansar de sus buenas obras en
la tierra; prefiero la lucha, la batalla que nunca termina, y esa creo que está
allí en el otro lado. Heráclito sonrió, se levantó y simplemente explicó: no
Fidel, por eso precisamente no irás al infierno, el cielo es tu destino y no se
habla más del asunto; has sido un gran mediador de la verdad; este es su
premio. El hombre se tomó la barba una vez más, y observó ante sus ojos como ya
no estaba frente a los sabios sino ante el propio Satán quien le despedía
extendiendo su brazo e indicándole el camino. Por la senda lo recibían sus
mejores amigos. Ahora sí, era real lo que vivía, allí estaban todos y todas
sonriéndole al pasar, dándole la bienvenida, pues hasta el cielo se había
rendido a los pies del gran líder mundial.
Tulio Rojas
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